martes, 30 de abril de 2013

En memoria de Ernesto Sábato



“La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse”, se solía quejar Ernesto Sabato, uno de los grandes escritores de la literatura argentina y latinoamericana.

Hijo de inmigrantes italianos, llegó al mundo en el pueblo bonaerense de Rojas durante el invierno de 1911. Décimo hijo de once, nació poco tiempo después de la muerte de su noveno hermano, Ernestito, y por esa razón, sus padres lo bautizaron con ese nombre.
De su Rojas natal se mudó a La Plata para cursar sus estudios secundarios y universitarios. En 1933, en un curso sobre marxismo y siendo él, el Secretario General de la Federación Juvenil Comunista, conoció a Matilde Kusminsky Richter, una estudiante de 17 años que abandonó la casa de sus padres para irse a vivir con él. Luego, se transformaría en su esposa y en la madre de sus hijos.

Doctor en Física, Sábato trabajó en radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie de Paris. Sin embargo, a los 32 años sintió que ese no era el camino y abandonó la ciencia para dedicarse exclusivamente a la literatura. Su primera obra fue “Uno y el Universo” (1945), más tarde vendrían sus únicas tres novelas –“El túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Abaddón el exterminador”– y una sucesión de ensayos. En 1983, fue elegido presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) cuya investigación, plasmada en el libro Nunca Más, abrió las puertas para el juicio a las juntas militares. En 1984, recibió el premio Miguel de Cervantes, máximo galardón literario concedido a los escritores de habla hispana.

Murió pocos días antes de cumplir los 100 años, el 30 de abril de 1911, en su hogar de Santos Lugares, acompañado por su segunda esposa, Elvira Fernández Fraga.

“Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año. Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito a la mañana", declaró a la prensa en diferentes oportunidades. “Uno llega al final de su vida a la conclusión de que todo es útil, sobre todo para un escritor. Yo creo que el sufrimiento es más didáctico que la felicidad. Sufrir enseña mucho. Enseña también a comprender y a ser compasivo por los otros, y un escritor que no es capaz de tener piedad por sus criaturas… no creo mucho en eso”, afirmaba.




Homenaje en la Estación de Lectura

En este segundo aniversario de su muerte, la estación de lectura Ernesto Sabato –ubicada en la terminal de micros de Retiro- recordará al escritor colocando a disposición del público toda su bibliografía sobre el mostrador y en las mesas de lectura.



Fuente : Plan Nacional de Lectura

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